domingo, 4 de noviembre de 2007

El muñeco de nieve (por Marina)


Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad, salieron de casa y empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién formada.
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus manitas hábiles, se entregó a la tarea de moldearla.
- Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado tener – se dijo.
Le salió un niñito precioso, redondo, con los ojos de carbón y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba…
Pero pronto los días empezaron a ser más largos y los rayos del sol más cálidos…El muñeco se fundió sin dejar más rastro de su existencia que un charquito con dos carbones y un botón rojo. La niña lloró con desconsuelo.
Un viejecito, que buscaba en el sol la tibieza para su invierno, le dijo dulcemente a la niña:
- Seca tus lágrimas, chicuela, porque acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.


Reflexión:
Este cuento puede parecer a primera vista un cuento infantil, para niños; pero no lo es pues al leerlo la primera vez me he quedado pensativa con la frase que dice el viejecito, y al leerlo la segunda vez, he entendido en su totalidad la frase; esta nos quiere decir que no debemos poner todo nuestro corazón y empeño en conseguir algo, que lo más probable es que dure poco, y cuando pase esto nos sentiremos mal y lo único que podremos hacer será llorar. También se puede interpretar como que no debemos empeñarnos en conseguir cosas materiales si no que nos hemos de preocupar por conseguir aquello que de verdad vale la pena.

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